La carta

La tormenta caía con fuerza cuando él traspasó el umbral de la puerta de casa. Lo hizo empapado porque había olvidado llevarse el paraguas, pero no le sorprendió. Hacía tiempo que se había acostumbrado a pasear bajo la lluvia en compañía de alguien que ya no estaba. Ella había desaparecido de su vida casi de la misma forma en que llegó: haciendo el menor ruido posible.

Al poner los pies en el salón y quitarse la chaqueta, se dijo a sí mismo que aún había cosas que organizar después de su partida. Ya lo tenía casi todo en orden, pero todavía quedaba una estancia: el despacho que ambos compartieron durante tantas tardes a lo largo de más de cuatro años. Aquel lugar estaba plagado de recuerdos y se le hacía duro entrar en él. Dio un suspiro mirando la puerta y supo que no podía seguir demorando el momento mucho más. Ya era hora de enfrentar que esa habitación jamás volvería a tener la vida que siempre tuvo.

Con decisión mezclada con tristeza, abrió la puerta del despacho y entró. Se le hizo un nudo en el estómago al ver que allí ya sólo quedaban sus cosas y que no había ni rastro de las de ella. Ahora disponía de muchísimo más sitio para guardar las suyas, pero habría preferido no tenerlo. Dando un suspiro, e intentando no echar la vista atrás y ver todos sus errores, comenzó a recolocarlo todo. Sabía que llenar el espacio que ella había dejado no cambiaría nada, pero tal vez le ayudase a mitigar un poco el pesar que sentía desde que se marchó.

Empezó por mover varios de los objetos que tenía en su escritorio, repartiéndolos entre el suyo y el que había sido de ella, y siguió con los libros, que pasaron a ocupar baldas que antes llenaron otras historias. Fue haciendo eso precisamente cuando encontró un folio doblado por la mitad. Le sorprendió bastante porque no recordaba haber puesto ninguno ahí, así que, intrigado, lo cogió para ver qué era. Al reconocer la letra de ella, el nudo subió del estómago a la garganta.

“Hay muchas canciones que podrían usarse para describir nuestra situación. Esa que dice «Y cada vez más lejos, estando tan cerca, y cada vez más nada», o la de «¿No te convence? Todo cambia nada permanece» serían buenos ejemplos. Ahora mismo compartimos algo que siempre hemos llamado hogar, pero que ya no es ni la sombra de lo que fue. Somos solamente dos personas que convivimos casi sin mediar palabra, dándonos cuenta de que nuestra confianza está quebrada. Nos hemos convertido en ganas de no ser nada porque ya ni quieres hacer dibujos en mi espalda y, aunque es triste, sé que estas palabras marcan la última jugada. Terminaremos siendo simplemente un recuerdo para el otro, pero será un recuerdo que dejará huella y que nos hará darnos cuenta de que pudimos haberlo tenido todo y no quisimos apostar por ello. Tal vez nos haya hecho falta arriesgar más y pensar menos. Hemos fallado en el intento de caminar juntos por el camino y ya es tarde para desandar lo andado. Al final, aquella frase de «Toda esa puta electricidad era una mentira más de lo que fuimos» acabará siendo nuestra mejor descripción”.

Se apoyó en el escritorio al finalizar la lectura y dejó el folio a un lado. Ella ya había escrito sobre lo que les iba a pasar desde el primer momento en el que vio que la armonía había dejado de fluir. No confiaba en una remontada o en que la situación pudiera encauzarse. Percibía por sus palabras que eso podía ser lo que quería, pero, en realidad, no esperaba que pudiera llegar a ocurrir. Daba por hecho que sucedería exactamente lo que terminó sucediendo.  Su buena intuición dio, como siempre, en el clavo.

“Tal vez nos haya hecho falta arriesgar más y pensar menos”.

Sin duda, no podía estar más de acuerdo con la joven. Ese fue el mayor de los problemas que tuvieron, aunque, si debía ser sincero, fue más por parte suya que de ella. ¿Habría sido todo distinto de haber actuado de otra forma? Sí, probablemente. Lo más seguro es que no se hubiera marchado y que siguieran completando el uno la vida del otro. Eso le dolió, pero intentó mantener el tipo y continuar con su labor. Ya no servía de nada lamentarse. Ahora sólo le quedaba aprender de lo vivido y convivir con el pasado.